Jaume I, herido por una flecha durante el asedio a Valencia
“Regresábamos de allí con nuestros hombres, a la sazón en que volviendo la cabeza para mirar a la ciudad y a las numerosos fuerzas sarracenas que de ella habían salido al campo, disparó contra nos un ballestero; y atravesando el proyectil el casco de suela que llevábamos, hirionos en la cabeza cerca de la frente.
No fue la voluntad de Dios que nos pasase de parte a parte; pero se nos clavó más de la mitad de la saeta, de modo que en el arrebato de cólera que nos causó la herida, con nuestra propia mano dimos al arma tal tirón, que la quebramos. Chorreábamos entonces por el rostro la sangre de la herida; teníamos que enjugárnosla con un pedazo de cendal que traíamos; y con todo íbamos riendo para que no desmayase el ejército, y así nos entramos en nuestra tienda.
Se nos entumeció desde luego la cara y se nos hincharon los ojos de tal manera, que hubimos de estar cuatro o cinco días teniendo enteramente privado de la vista el del costado en que habíamos recibido la herida; mas tan presto como hubo calmado la hinchazón, montamos otra vez a caballo y recorrimos el campo, para que todos cobrasen buen ánimo”.
(Crónica, cap. 266)