Muralla de Dénia
Restos del antiguo recinto fortificado que protegía la población y el castillo de Dénia.
La ciudad de Dénia en la época musulmana era un enclave fuertemente protegido por castillo y murallas. El núcleo poblacional, asentado en lo alto del cerro, estaba defendido por tres recintos: la alcazaba (palacio del gobernador), la albacara, que tenía la función de albergar a la población en caso de un ataque, y la muralla que rodeaba la ciudad, que servía para definir los espacios y separar los arrabales.
Las murallas disponían de un foso de defensa que las rodeaba y en la parte interior tenían un camino de ronda que permitía la comunicación y la vigilancia desde todos los puntos de la villa. De hecho, y como medida de protección, estaba prohibido construir casas pegadas al muro.
Estos muros estaban construidos con la técnica del tapial, sistema implantado por los árabes. La muralla no sólo servía de sistema defensivo para la población. El recinto servía para controlar los accesos. De hecho, durante la noche, las puertas de la ciudad se cerraban impidiendo la salida y la entrada.
La conquista cristiana modificó la estructura urbana con la fundación de la Vila Nova en 1308, ubicada en la zona de la albacara del castillo, donde se reubica a la población dispersa en el llano. En la Vila Nova, se estableció una pequeña urbe con todos los elementos básicos de la ciudad medieval.
Esta situación provoca el abandono de la medina y los arrabales, dejando el espacio libre de construcciones habitadas, que servirá para estructurar el futuro un modelo de ciudad, que nunca llegaría superar las dimensiones de la ciudad en época musulmana.
La expansión del recinto urbano se produjo de forma progresiva alrededor del portal de la Vila y se fue extendiendo hacia las actuales calles de Cavallers, Mayor y Loreto.
Los restos visibles mejor conservados de época medieval se pueden ver en la Ronda de las Murallas, que protegían la primera expansión urbana fuera del recinto de la Vila Nova, ya en el siglo XIV.
Durante los siglos XVIII y XIX una buena parte de las murallas desaparecieron de las poblaciones en las zonas de expansión urbana, como así sucedió en Dénia, dejando paso a un modelo de urbanismo más abierto, más higiénico (la muralla era un contenedor de suciedad) y de mayor fluidez circulatoria.